2004-2014
La década que pudimos
cambiar a Venezuela
-Jesús
Matheus Linares-
La década que
va del 2004 al 2014 se recordará como un tiempo perdido, donde pudimos hacer
profundos cambios y
transformaciones en Venezuela, gracias a la inmensa cantidad de
dólares, que según los expertos pasó en
los últimos 12 años los 608 mil millones de dólares en ingresos brutos por
exportaciones y en este momento en el Fondo de Estabilización Macroeconómica
(Fondem) solamente tenemos 3 millones de dólares, es decir, estamos ante una
coyuntura donde los precios del petróleo vuelven a bajar, y no tenemos
suficientes ingresos en ese llamado Fondem para poder estabilizar la economía
ante el choque petrolero, porque se destruyó el aparato productivo del país.
Esa es una verdad incuestionable.
Es necesario
que conozcamos cómo hemos logrado sobrevivir con una impunidad y desidia de un
Estado, que ha dejado avanzar la inseguridad que agobia y pone en vilo los
sueños de paz y tranquilidad de los venezolanos. Debemos discernir en nuestra historia
reciente para poder avanzar en esta
nación de 916 mil 445 kilómetros
con 24 entidades federales más la Guayana Esequiba también conocida como Zona
en Reclamación, territorio con una extensión de 159 mil 500
kilómetros que están perdidos en el limbo. Una labor de patria que estamos llamados a
realizar.
La inflación,
el desabastecimiento y la devaluación que vivimos el pasado 2014 son quizás la
prueba más fehaciente de todo esta década perdida, donde sustituimos la
producción nacional por la importación en los puertos, y ahora cuando vemos que
este modelo económico no responde ni da soluciones, tenemos la sensación, que seguramente
el gobierno golpeará con mayor crueldad nuestra economía en este 2015.
Lo más triste es
que con todo el caudal de dinero que ingreso al país, los venezolanos de a pie
son aún más pobres. No podemos seguir haciendo demagogia sobre falsos niveles
de producción, gestiones endogámicas, persiguiendo enemigos inexistentes,
presumiendo una independencia económica
que no existe. Estamos así porque nuestros gobernantes no les importó destruir
el aparato productivo; llegamos a una etapa que ya estamos a merced de un
gobierno corrupto, enemigo del capital privado. Nosotros nos quedamos comprando
baratijas, espejitos y carros chinos. Y ya estamos en la carraplana, el famoso
oro negro ahora no nos resolverá los graves problemas que tenemos.
Aunado a la
inseguridad personal que ha enlutado a la sociedad venezolana. La violencia es
nuestro diario convivir en cualquier barriada venezolana. Los cuerpos de
seguridad ya han demostrado su ineficiencia hasta más no poder, y el Estado
-representante de la fuerza y la seguridad legalmente constituida- se fue de
vacaciones y lo que es peor, el ciudadano siente que apadrinó la mortal
impunidad que nos acecha.
A esta verdad,
como un templo, añadimos que los venezolanos perdimos la innovación tecnológica
que se ha producido a nivel mundial, en la ciencia y la tecnología. La gestión
gubernamental ha hecho que nos ubiquemos entre los últimos países en el desarrollo
tecnológico, fuera de la innovación en internet, no participamos en la
nanotecnología, en la biogenética, en la big data, en las llamadas “ciudades
inteligentes”, en la generación de energía no orgánica, en la invención de vehículos
movidos por capsulas de hidrógeno, pero nos empeñamos en ser una sociedad
petrolera rentística, dilapidaría.
Recibimos la
más grande bonanza petrolera de nuestra historia, y en vez de relacionarla e
invertirla a futuro con nuevas universidades, carreteras, servicios, seguridad,
salud, electricidad, centros hospitalarios de primera, producción agrícola,
tecnología, turismo, desarrollo pecuario, textil, pesca, industria química, el
gobierno hizo “sal y agua” ese ingreso.
Todo ese
dinero que entró, está ahora en
millonarias cuentas privadas en el exterior para un nuevo selecto grupo que al
parecer se benefició con esta lluvia de dólares, donde incluimos a los viajeros
alegres. Es preocupante reconocerlo, pero el Socialismo del Siglo XXI, aparte
de profundizar la división en la
sociedad venezolana, por la siembra del miedo, de la desconfianza, de la
confrontación entre los venezolanos, se convirtió en un socialismo rentista no
productivo. Ahí el error.
El siglo XXI comenzó
cargado de múltiples sorpresas. Un sistema político en deterioro, un deslave,
una nueva carta magna, un nuevo gobierno. Todas las esperanzas puestas en el
futuro inmediato. Revisemos en forma sensata que nos pasó, cómo fue que nos
perdimos en el camino. A veces es bueno recordar, para no volver a errar, de
eso se trata. Ahora vivimos la peor de las crisis, falta de gobernabilidad,
desabastecimiento, inseguridad, y todo simplemente, porque hemos perdido los
valores éticos como sociedad. Debemos empezar por educar, concientizar al nuevo
venezolano del siglo XXI, pero para bien, no para tramposerías, ni vanidades,
si no ganarlo para la solidaridad, el trabajo, la tolerancia, la unión y el
emprendimiento, la paz social y lo más importante el equilibrio social que nos
de bienestar y progreso. No para historicismos marxistas trasnochados, sino
para convivir como sociedad civilizada.
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