viernes, 15 de agosto de 2014

414 años de la renovación de la Virgen de La Consolación



En Táriba, estado Táchira
414 años de la renovación
de la Virgen de La Consolación

Jesús Matheus Linares
El estado Táchira al igual que los estados Mérida y Trujillo, en los andes venezolanos es una región profundamente católica. Los tachirenses celebran dos fechas muy importantes durante el mes de agosto: una, el 06 de agosto, el Santo Cristo del Rostro Sereno, en La Grita y la otra, el 15 de agosto en honor a la Virgen de La Consolación de Táriba.
La feligresía del Táchira, de otras partes de Venezuela y más allá de nuestras fronteras, celebró el pasado viernes 15 de agosto, los 414 años de la renovación de la Virgen de la Consolación de Táriba, la consoladora patrona del estado Táchira.
La crónica da cuenta que ese día, de 1600, cuando el retablo que habían traído los padres agustinos de África, con la imagen, que con el tiempo se fue borrando, iluminó la humilde vivienda donde la había colgado la familia Zamora, con su imagen bien delineada.
De acuerdo a la tradición, Santa Mónica, madre de San Agustín, le pidió su intercesión para que consolara sus penas y convirtiera a su esposo, un pagano que la hizo sufrir con sus infidelidades, maltratos físicos y morales, y muchos vicios; y a su hijo mayor, Agustín, de inteligencia fuera de lo común, que al ir a estudiar a Cartago, “abrazó la herejía maniquea y tomó una concubina por varios años”.
Señala el relato, San Ambrosio, desde Milán, a donde fue Mónica para atender a Agustín, que se enfermó gravemente, fue testigo del milagro: Patricio se convirtió, fue bautizado y recibió los sacramentos, y al año murió. Agustín, por su parte, fue bautizado, se preparó para ser sacerdote y fundó la orden de los Ermitaños de San Agustín, una congregación que se extendió por África, España, Italia, Alemania, Venezuela, Colombia, en Bogotá y Pamplona, por donde llegó a San Cristóbal, cuando fue fundada la Villa en 1561, por el capitán don Juan de Maldonado; un año después llegaron los padres agustinos a Táriba, donde establecieron su sede y comenzaron a evangelizar en las comarcas aledañas.
Numerosos testimonios desde hace más de cuatro siglos, dan cuenta que prácticamente desde la fundación de San Cristóbal, la imagen obró milagros, como la vez que salvó a los padres agustinos cuando iban a evangelizar a los indios Táribas, a Táriba, que fue visitada en 1547 por los primeros españoles que pasaron, al mando de Alonso Pérez de Tolosa y Diego de Lozada.
Cuando iban a cruzar el Torbes, desde San Cristóbal, la corriente fluvial se mostraba imponente, pero lograron pasar colocando la imagen sobre una caña, “que les alumbraba el camino y las aguas por donde iban a pasar, y animados por la Señora que los acompañaba, lograron llegar hasta lo que es hoy la Plaza Bolívar de Táriba, donde hicieron una ermita y después una capilla, y allí colocaron la reliquia que estuvo en manos de santa Mónica”.
Los indios aprendieron a amar a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de La Consolación y recibieron la doctrina de los primeros misioneros agustinianos, pero los indios Capachos y Guásimos se unieron para atacar a los Táribas, y los misioneros para salvaguardar sus vidas abandonaron el lugar y dejaron la imagen bajo la custodia de una india catequizada a la fe cristiana.
Comenzaron a obrar los milagros con la reliquia, se habla de que muchos nativos fueron curados de enfermedades y fracturas; pero con el devenir del tiempo se fue perdiendo la devoción de venerarla y la imagen se fue borrando.
“Al final del siglo XVI, vino a Táriba a visitar a la familia Zamora, el alférez y encomendero de Pamplona de la Nueva Granada, Juan Ramírez Andrade. Por casualidad, la casa de Zamora estaba en el mismo lugar en que la india había recogido la tabla y la troja, donde se guardaban los granos aun estaba en servicio. Uno de aquellos días, coincidentes con la visita de Ramírez de Andrade, los hijos de Zamora, Pedro, Gerónimo y Antonio, decidieron, después de almorzar, organizar una partida de pelota y así lo hicieron; mas en el transcurso del juego una de las paletas se rompió, por lo que los muchachos entraron al granero en busca de una tabla para reemplazar la paleta rota. Hallaron la tabla en la que la Virgen había estado pintada; la tomaron y trataron de romperla para darle la forma de paleta, la paleta fue demasiado dura para romperla. Advirtieron que cuando golpeaban la tabla esta sonaba como un tambor. Lo que llamó  la atención de la señora Zamora quien reprochó a los muchachos por estar tratando de romper la tabla en la que la imagen había estado dibujada; la tomó y la llevó al granero nuevamente, habiéndola dejado colgada de una de las paredes”.
Fue en la tarde cuando iluminó el rancho, pues salían “copiosos rayos de luz”. La gente estaba emocionada por el milagro de la nueva presencia en el cuadro de la Virgen, y el vicario y el pueblo se trasladaron a Táriba a ver la obra tan maravillosa y la comenzaron a venerar”.
Relata monseñor José Ramiro Useche Bustamante, vicario de la Basílica de Nuestra Señora de la Consolación de Táriba, que la Virgen obró muchos prodigios, como el de la disentería que se propagó en San Cristóbal entre 1630 y 1640, y con la fe en la imagen se “detuvo el mal”.
Monseñor Rafael Arias Blanco, para celebrar los veinticinco años de la fundación de la Diócesis, por monseñor Tomás Antonio Sanmiguel, dispuso que la imagen visitara la ciudad.
“Miles de fieles devotos de ella la llevaron a la Catedral, donde recibió las multitudinarias manifestaciones de amor y agradecimiento. Hoy tenemos la basílica, a petición de monseñor Fernández Feo al papa Juan XXII, desde el 23 de octubre de 1959”.
Todos los quince de agosto, es la fiesta de la Consolación, adonde acuden miles de peregrinos, files devotos, para agradecerle los favores y pedirle nuevas gracias y bendiciones. Milagros –dice el presbítero- como el de la joven con leucemia, que fue desahuciada por los médicos de San Cristóbal, entonces su madre acudió con la enferma a la iglesia, con la novena de la virgen, y el médico de España cuando la vio, le dijo que estaba curada. Cuando vaya a Táriba, visite a la Virgen de La Consolación, la cordialidad del tachirense le quedará prendada por siempre.

La Virgen de La Consolación, en Táriba.

viernes, 8 de agosto de 2014

404 años del Santo Cristo del Rostro Sereno de La Grita



404 años del Santo Cristo
del Rostro Sereno de La Grita
-Jesús Matheus Linares-
El Santo Cristo del Rostro Sereno fue tallado luego del terremoto de 1610 que dejó en ruinas a La Grita para pedir a Dios protección para la ciudad fundada en 1576.  La ciudad del Espíritu Santo de La Grita fue fundada por el Capitán español Don Francisco de Cáceres en ese año. Se ignora el día porque no hay acta de la fundación.  El 03 de febrero de 1610, a las 3:30 de la tarde, un fuerte movimiento telúrico cambió la cotidianidad de esa apacible comarca.
Cuenta la crónica...casi ninguna persona pudo dar paso adelante ni atrás del lugar donde se halló, cuando comenzó con tanta fuerza a moverse la tierra en todas partes, que hacía oleaje...los molinos se hundieron, los ríos y quebradas se secaron...embebiéndose el agua en las aberturas de la tierra que se hicieron con el temblor en sus madres...y el siguiente día crecieron...en el valle de los Bailadores...voló la mitad de un valentísimo cerro, como si fuera de pluma, y...quedó plantado en la mitad del valle...Hubo alrededor de 60 víctimas.
El Santo Cristo, una obra maestra tallada en madera de cedro, iniciada por Fray Francisco hace 404 años y terminada por los ángeles, según cuenta la leyenda, en la capilla de los frailes Franciscanos en Tadea, aldea ubicada a pocos minutos de la ciudad del Espíritu Santo.
La Grita es una ciudad situada al occidente de Venezuela, capital del Municipio Jáuregui, en el Estado Táchira. Se ubica en el puesto 35 de las ciudades más grandes y pobladas de Venezuela. Es considerada la capital suplente del Táchira, por ser un importante centro financiero, económico y religioso, además se le conoce como “La Atenas del Táchira.
En 1610, a causa del terremoto que destruyó la ciudad de La Grita, los frailes franciscanos se trasladaron a una aldea del municipio llamada Tadea. Iba entre ellos, un escultor que se distinguía más por su piedad que por sus vuelos artísticos. Se llamaba Fray Francisco. Aterrorizado con el terremoto que en pocos instantes redujo a polvo la población naciente, ofreció al cielo, dice la tradición, “hacer una imagen del crucificado, para rendirle culto especial y consagrarle la nueva ciudad”.
Comenzó a trabajar, trazó en un gran tronco de cedro la imagen. Pronto se exhibió una figura humana, pero que no tenía los lineamientos característicos del Cristo moribundo. Pasaban días y días y Fray Francisco no podía interpretar aquella expresión sublime. “Una tarde después de suspender los trabajos se puso en oración y un éxtasis profundo lo embargó, cuando volvió en si, ya a altas horas de la noche, oyó que en la pieza de su trabajo golpeaban los formones y el raedor pasaba por las fibras de la madera. Se acercó y algo como una figura humana envuelta en una ráfaga de luz, salió a través de la puerta, encandilándole los ojos. Al amanecer le contó a los demás frailes y después de la oración matinal, se dirigieron todos al lugar donde estaba la imagen y la encontraron terminada”.
Fray Francisco lloró entonces de placer. En aquella faz divina estaban los rasgos que él había concebido. Esa imagen es el Santo Cristo de La Grita, a quien se le atribuyen innumerables milagros. El rostro de la imagen se le atribuye a un ángel.
Es así como nace la historia que a través de las décadas se consolida como una de las devociones más fuerte del país, la cual en esa entidad regional convierte al Santo Cristo de La Grita en el patrono de los tachirenses.
El pasado 6 de agosto se conmemoraron 404 años de la aparición del Santo Cristo de La Grita y más de 200 mil feligreses le rindieron veneración en su Santuario, ubicado vía Seboruco, a 2 kilómetros de la Plaza Bolívar de La Grita, estado Táchira. La imagen después de permanecer seis días en el Santuario donde se le rindieron homenajes, regresará este maartes a la Basílica del Espíritu Santo, reposando y siendo venerado por sus oriundos y visitantes.
Ala Grita le podemos llegar por las tres rutas tradicionales: San Cristóbal-El Zumbador-La Grita; Michelena-El Zumbador-La Grita y García de Hevia-La Grita, además están los trayectos: San Simón-La Grita; Páramo La Negra-La Grita y Pregonero- La Grita.
Desde hace más de un cuarto de siglo, la Peregrinación en honor al Santo Cristo de La Grita es uno de los atractivos religiosos y turísticos más conmovedores del Táchira y Venezuela, cada año miles de devotos llegan a los pies del Cristo del Rosto Sereno como gratitud por sus bendiciones.
Niños, jóvenes, hombres, mujeres y ancianos se han dispuesto a contar sus anécdotas y hacer de ellas, historias que atraen la curiosidad de propios y visitantes. Peregrinos venidos desde los cuatro puntos cardinales del país, autoridades, dirigentes políticos, feligreses agradecidos por los milagros cumplidos que van a pagar sus promesas y una multitud entusiasta que año a año venera la sagrada talla del Santo Cristo del rostro sereno.
El Santo Cristo del Rostro Sereno de La Grita

Miles de feligreses salen en procesión el 6 de agosto en La Grita
















Vale destacar que la cordialidad del tachirense es una de las características fundamentales de quien reside en un estado donde los pueblos aún conservan sus tradiciones culturales y valores familiares que comparten con quien profesa su amor al Santo Cristo.
El Pan del Peregrino es otra de las curiosidades más significativa durante esta celebración. Un sabor único de pan dulce con ralladura de limón o naranja para estas fechas tan especial, que es distribuido entre propios y visitantes a precios económicos, como símbolo de agradecimiento al Santo patrono por las oportunidades, y al pueblo por creer en él. Es una experiencia única que ningún venezolano se debe perder.