A
69 años del 18 de octubre de 1945
-Jesús Matheus Linares-
A casi siete décadas
del derrocamiento del gobierno militar
del general Isaías Medina Angarita, el 18 de octubre de 1945, todavía persiste
en el ambiente si fue un golpe de estado o una revolución frustrada. Hay
quienes todavía defienden cada una de estas tesis. Lo cierto, es que si
recordamos lo escrito por el ensayista Mariano Picón Salas: "Venezuela
entró al siglo XX en 1936”, debemos precisar que el 18 de Octubre de 1945
culminó con la presencia de los andinos en Miraflores.
Ese jueves, cayó la
dinastía andina que gobernaba desde el 22 de octubre 1899, desde finales del
siglo XIX, con la llegada de Cipriano Castro y los andinos, luego de una
crisis política que se gestó en los últimos años del período del presidente
Isaías Medina Angarita. Pero es el inicio de etapa moderna de los partidos
políticos donde estarán presentes nuevos actores políticos.
El gobierno de Isaías Medina
Angarita, perteneciente al llamado Grupo Escalante, había comenzado a introducir profundas
reformas democráticas como la legalización de los partidos políticos, las
garantías para las absolutas libertades públicas e individuales, libertad total
de opinión y de pensamiento, seguridad a los bienes y a las personas, pero para
algunos historiadores la principal causa de su derrocamiento fueron las
reformas a la Ley de Hidrocarburos en 1943, que aumentaron los impuestos a la
exploración, explotación y refinación petrolera.
Algunos de los cambios
tributarios que se dieron con esta ley fueron el royalty o regalía petrolera se
estableció en un 16,33%, es decir, la sexta parte del producto bruto extraído,
lo que significó un aumento sobre las regalías en vigencia que oscilaban entre
7,5% y 16%. La Reforma Petrolera del 43 permitió unificar el régimen jurídico
de las concesiones que se venían rigiendo por diferentes leyes; y unificar
también el régimen impositivo, haciendo que las empresas petroleras pagaran en
lo adelante, los mismos impuestos. De esta manera, las compañías quedaron
sujetas al pago de los impuestos de importación y se eliminaron las
exoneraciones aduanales, quedando esta materia de exoneraciones a cargo del
Ejecutivo Nacional. El resultado de esta reforma, en cuanto a los ingresos al
fisco, puede apreciarse al comparar los 62.000.000 de bolívares percibidos por
la nación en 1942, con 78.000.000 en 1943 y 254.000.000 en 1944.
Pese a estas medidas
gubernamentales, el modelo político ya estaba agotado y era inevitable la
insurrección cívico-militar liderada por Rómulo Betancourt y Marcos Pérez
Jiménez que llevaría a deponer al general Medina Angarita. Aunque los
dirigentes de Acción Democrática lo bautizaron como "revolución",
para muchos historiadores fue un golpe de Estado cívico-militar, que tuvo como
principales cabecillas a Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez. Para otros,
como Manuel Caballero, fue una “revolución frustrada”.
La crónica narra que el
17 de octubre de 1945, Medina es informado de los preparativos del complot, lo
cual parecía confirmar “la bola que corría” luego del mitin del 15 de octubre realizado por AD en el Nuevo Circo de Caracas,
el cual constituía un virtual llamado a la insurrección. Las órdenes impartidas
de acuartelar las guarniciones de Caracas y Maracay y de arrestar a tres de los
cabecillas militares (Pérez Jiménez, Julio César Vargas y Horacio López Conde)
desencadenan el alzamiento.
Ese jueves en la mañana
del 18 de octubre de 1945, estalla la revuelta en el Escuela Militar de La
Planicie en Caracas. Por la tarde, se había extendido a los cuarteles de San
Carlos, La Planta y Miraflores, en Caracas y la guarnición de Maracay. El
cuartel de San Carlos es retomado por el gobierno, mientras se generalizan los
tiroteos en las calles de Caracas. En la noche de ese día, al conocer la
situación Medina se abstiene de atacar la Escuela Militar y así evitar la
muerte de los cadetes, muchos de los cuales habían sido sus alumnos años atrás.
Por la mañana del 19 de octubre, las noticias de que la aviación y la plaza de
Maracay se encontraban en manos de los alzados y de que el Cuartel San Carlos
había sido tomado por grupos de civiles insurrectos determinan la decisión de
Medina de dimitir.
Esa misma noche se
constituye en el Palacio de Miraflores, una Junta de Gobierno presidida por
Rómulo Betancourt, la cual inició una nueva etapa en la vida política del país
y para muchos la entrada de Venezuela en el siglo XX, justo al concluir la
Segunda Guerra Mundial.
Medina Angarita, a
juicios de algunos historiadores, fue la víctima de una insurrección contra un
sistema de gobierno que heredó, democratizó y modernizó. Pocos presidentes
venezolanos han podido repetir desde entonces las palabras que tradicionalmente
dirigía Isaías Medina Angarita al Congreso, año tras año: “...que por su causa
no había en Venezuela ni un solo exiliado, ni un preso político, ni un partido
disuelto, ni un periódico clausurado, ni una madre que derramara lágrimas por
la detención o el exilio de un hijo...”. Expresiones de un gobernante, no
conocidas por Venezuela hasta ese momento.
Tal como comentara el desaparecido
historiador Manuel Caballero, “el 18 de octubre de 1945 más que una fecha es
una incitación al desencadenamiento de las pasiones”. Por esto, a pesar de los
años transcurridos, este acontecimiento que ha dividido la historia
contemporánea venezolana en dos, sigue y seguirá generando polémicas.
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