Crónica/ José Gregorio
Hernández espera su beatificación
A
95 años de la muerte
del
Médico de los Pobres
Jesús
Matheus Linares
Del matrimonio formado
por Benigno Hernández y Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros nació el día 26 de
octubre de 1864 en una comarca trujillana, Isnotú, un niño al que bautizaron
como José Gregorio.
Su padre se dedicaba al comercio y su
madre a las labores del hogar. Por línea materna este niño descendía del
cardenal Francisco Jiménez de Cisneros quien fue confesor de la reina Isabel,
La Católica, fundador de la universidad de Alcalá y un gran propugnador de la
cultura en su época. Por el lado paterno José Gregorio se emparentaba con
Francisco LuIs Febres Cordero Muñoz, eminente educador y escritor, miembro de
la Academia Ecuatoriana de la Lengua, y correspondiente de la Real Academia de
la Lengua Española.
Su señora madre, una mujer muy devota
falleció cuando él tan sólo tenía ocho años pero dejó impregnada en la
personalidad del infante una fuerte religiosidad. Al alcanzar la adolescencia
se traslada a la ciudad de Trujillo para estudiar el bachillerato en el Colegio
Federal de Varones. Su primer maestro, Pedro Celestino Sánchez quien regentaba
una escuela privada en Isnotú, notaría muy pronto las habilidades e
inteligencia del pequeño, quien le recomendó a su padre, que lo enviara a la
capital de la república.
Con trece años cumplidos JGH llega a
Caracas y es inscrito en el colegio Villegas, allí obtiene en 1884 el título de
bachiller en Filosofía. Cuenta Guillermo Tell Villegas regente del famoso
colegio que José Gregorio era poco dado a jugar con sus compañeros y prefería
pasar el tiempo libre en compañía de libros. A corta edad ya conocía a los
clásicos y se autoimpuso con mucha disciplina la obtención de una vasta cultura
enciclopédica.
En
la UCV
A los 17 años ingresa a la Universidad
Central de Venezuela para estudiar leyes pero el padre conociendo la natural
inclinación de su hijo por ayudar a los demás lo anima a emprender la carrera
de Medicina, éste lo hace ingresando por Biología. Al graduarse de médico el 29
de junio de 1888, José Gregorio Hernández era reconocido por sus
inconmensurables conocimientos. Hablaba inglés, francés, portugués, alemán e
italiano y dominaba el latín; era filósofo, músico y tenía además profundos
conocimientos de teología. Para cumplir con el requisito académico de ejercer
los primeros años en la provincia se traslada por un año a la región andina
radicándose en su pueblo natal, Isnotú. El 30 de julio de 1889 regresa a la
capital para dar comienzo a una brillante labor científica. Ese mismo año el
Presidente de la República, Dr. Juan Pablo Rojas Paúl decide enviarlo a hacer
el postgrado en las universidades de París y Berlín con el objetivo de que
estudiara teoría y práctica en las especialidades de microscopia, histología
normal y patológica, bacteriología y fisiología experimental; para tal fin le
fue otorgada una beca de 600 bolívares mensuales.
Cuando estaba en Europa fallece su
padre, quien le deja en herencia algunos bienes que él de manera desprendida
decide traspasar por completo a los hijos de su hermana Sofía. Regresa en 1891
para dedicarse a enseñar todo lo que había aprendido por lo que funda algunas
importantes cátedras en la Universidad Central de Venezuela y trae el primer
microscopio. Su prestigio aumenta cada día más.
Hermano
Marcelo
En 1907 con 43 años cumplidos y luego de
haber prestado importantes servicios a su patria, el Dr. José Gregorio
Hernández conversa con el arzobispo de Caracas, el padre Juan Bautista Castro,
y decide por su vocación sacerdotal. Viaja a Italia, al convento de la orden de
San Bruno en La Cartuja de Farneta cercana al pueblito de Lucca. Fue aceptado
bajo el nombre de Hermano Marcelo y le fue asignada una de las celdas donde
debía observar rigurosas normas y someter al cuerpo a constantes
mortificaciones.
Entre éstas estaba no comer o beber por
días enteros, evitar el contacto con otros seres humanos incluyendo a sus
hermanos religiosos, además de soportar temperaturas de varios grados bajo
cero, no podía procurarse ninguna forma de calor mientras estuviese en la celda
como novicio.
Todo esto llevó a que el ahora Fray
Marcelo, pese a estar espiritualmente motivado a continuar tuviera que desistir
pues su salud se vio gravemente comprometida.
El padre superior D. René, consideró
entonces prudente el que Fray Marcelo volviera a ser el seglar José Gregorio
Hernández y que regresara por unos años a Venezuela hasta que recuperara
totalmente su salud.
Esta fue la razón, y contra su voluntad,
que se vio precisado a dejar los hábitos y a abandonar la Cartuja de Farneta
nueve meses después de haber ingresado en ella.
El Médico de los pobres
De vuelta en Caracas fue nombrado Jefe
del Laboratorio del Hospital Vargas, al final luego de dos nuevos intentos por
dedicarse de lleno a la vida monástica tuvo que desistir por su debilidad
corporal; decidió entonces llevar una vida simple y en oración al lado de su
hermana Isolina y ayudando como médico a sus pacientes más necesitados, era el
comienzo del "médico de los pobres".
El domingo 29 de junio de 1919 cuando se
cumplían 31 años de su graduación como Médico Cirujano, un lamentable accidente
le quitó la vida.
Fatídico
día
Aquel domingo 29 de junio de 1919
amaneció de rutina en el número 3 de San Andrés a Desbarrancados, vivienda de
la familia Hernández. José Gregorio se levantó a las cinco y como era su
costumbre rezó el Ángelus. Al terminar encaminó sus pasos a la vecina iglesia
de la Divina Pastora con la intención de oír misa y comulgarse.
Cercano al Waraira Repano que separa a
Caracas del mar, La Pastora era por entonces el lugar preferido de las familias
por la tranquilidad y su clima siempre agradable. Por las calles estrechas se
oía el armónico paso de las recuas de mulas cargadas de mercancía que los
arrieros llevaban al centro de la ciudad y de cuando en cuando pasaba algún
tranvía que llevaba pasajeros hasta El Paraíso haciendo escala en la Plaza
Bolívar.
Al salir de misa y aprovechando que era
domingo, José Gregorio Hernández se fue a visitar a algunos de sus pacientes en
la zona; luego regresó a casa donde su hermana Isolina lo esperaba con el
desayuno, metódico como era organizó su consultorio y se fue a pasar revista a
otro grupo de pacientes, labor que acometía cuando no tenía que dar clases en
la universidad. Al cumplir con cada una de las visitas volvió para tomar un baño
y a las 12 en punto del mediodía rezó nuevamente el Ángelus.
Le fue servido un almuerzo compuesto de
sopa, legumbres, arroz y carne que acompañó con un refresco de guanábana, al
acabarlo se sentó a reposar en la silla mecedora que tenía para atender a sus
pacientes; allí seguramente pensó en el cercano viaje a Curazao que tenía
proyectado con su familia. Esa misma tarde ultimaría los detalles con sus
hermanos y sobrinos.
Atender
una enferma
Cerca de las dos llegó alguien para
avisarle que una anciana se encontraba gravemente enferma, El doctor tomó su
sombrero y con paso apresurado se fue al encuentro con la dama que vivía entre
las esquinas de Amadores y Cardones, luego de auscultar a la señora y viendo
que era muy pobre decidió ir a comprarle el medicamento que le había recetado,
para ello se acercó hasta la farmacia de los Amadores. Al salir con las
medicinas para entregarlas a la anciana, el Dr. José Gregorio vio que había un
tranvía estacionado justo al lado de la farmacia y apurado como estaba por el
estado de la paciente cruzó la calle sin mirar a los lados.
Angelina Páez quien habitaba en el
número 29 de Amadores a Guanábano fue testigo de excepción. Estaba asomada a la
ventana de su casa al momento de ocurrir el accidente. En su relato contaría
que al momento de ser impactado por el vehículo, José Gregorio exclamó: ¡Virgen
Santísima! Y de inmediato cayó contra el poste.
Como causa de la muerte se señaló
fractura en la base del cráneo. El velatorio que en un primer momento la
familia decidió realizar en la casa número 57 de Tienda Honda a Puente Trinidad
terminó llevándose a afecto en el paraninfo de la Universidad Central de
Venezuela donde miles de caraqueños acudieron a rendir sus respetos al querido
y admirado médico. Comenzaba un sentimiento nacional por el médico de los
pobres.
Su fama como filántropo y su conocida
vocación religiosa quedó para siempre en el sentir del pueblo que le rinde
culto y veneración atribuyéndole numerosos milagros ya no sólo en Venezuela
sino también en otros países de América Latina.
Grado
de Venerable
En 1949, hace 64 años, El Vaticano abrió
un proceso de canonización y en 1986 le otorgó el grado de Venerable. Sus
restos reposan actualmente en la iglesia de la Candelaria donde día a día
recibe visitas de numerosos fieles. Recientemente en su visita de Estado al
Papa Francisco, el presidente Nicolás Maduro le solicitó a nombre del pueblo
venezolano, al Santo Padre, la pronta beatificación de JGH.
JGH es considerado el impulsor y pionero
de la verdadera docencia científica y pedagógica. Coloreó y cultivó microbios e
hizo conocer la teoría celular de Virchow. Fisiólogo y biólogo, conocía a fondo
la física, la química y las matemáticas. Era músico, filósofo y poeta. Puntual
en el cumplimiento de sus deberes de docencia.
Vivió el carisma y la vida de San
Francisco de Asís, reconociendo en el pobre a la persona de Cristo sufriente, a
quien sirvió a través de sus pacientes, dando lo mejor de él sin importar altas
horas de la noche o condiciones climáticas adversas.
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