Jesús Matheus
Linares
El pasado jueves 23 de mayo, un día
antes de la celebración del Día de María Auxiliadora, mi amigo y hermano, Ramón
Alfonso Briceño Cherubini, dio su último paso en la vida -el que lo ha llevado
ahora a la presencia del Creador Supremo-, fue la culminación de un largo
viaje, y ese último ha sido el mejor de todos. Estará ya junto a Dios, en el
Cielo, experimentando una alegría total. Su transitar entre nosotros lo hizo un
hacedor de huellas
Impulsador de la cultura, periodista,
historiador, amigo, confidente, hermano, Ramón siempre nos brindó esa amistad
sincera, que juntos compartimos en nuestra Valera natal. Soñamos juntos,
realizamos proyectos, teatro, radio, periodismo estudiantil y lo más
importante, hicimos trabajo cultural.
Desde Jajó, la tierra de nuestros ancestros,
donde germinaron parte de nuestros antepasados, a fines de los 70, luego de la
fundación de la Casa Municipal del Estudiante, junto a otro baluarte del
patrimonio cultural trujillano, la recordada profesora Aura Salas Pisani, junto
a una pléyade de jóvenes, Ebert Domínguez, Alberto Briceño, Mauro Rangel, Morelia
Valero, Daniel López, Orlando Cepeda, Carmen Briceño, Ramón Barrios, Francisco
Briceño, Alwin Briceño, Roque Torres, entre otros, realizamos el Primer
Encuentro de Jóvenes Comunitarios, apoyados por esa maestra de siempre, la
profesora Elisa Briceño de Pineda, del ingeniero Ernesto Rosales y de José de
Jesús Muchacho Bertoni.
En Jajó, el bucólico pueblo con más de
400 años de historia, donde no sólo aprendimos del pasado, sino que vivimos
nuestro presente y soñamos el futuro, recuerdo el historial de su familia, con su bisabuelo Don
Pedro María Cherubini, venido de otro continente, de Italia, para radicarse en las
montañas trujillanas.
Allí compartimos con su mamá, Ysabel
María Cherubini de Briceño, maestra, educadora, junto a su papá, Jesús María
Briceño Briceño, un conocedor de muchas historias de Jajó y del estado
Trujillo, de su tío Carlos de Jesús Cherubini Briceño, un explorador de
montañas y sueños. De Leticia, su tía, y desde luego, del pintor popular de
Jajó, Jesús "Chuy" Araujo Briceño, hacedor de máscaras ancestrales, y
de Don Pepe, tío maestro, que entre libros y bebidas espirituosas (“el dulce
amor”), en su covacha, contaba historias y leyendas del pueblo.
Fuimos testigos de los relatos sobre la
aparición de la Virgen María, bajo la advocación de Durí y del Talquito. El
siempre recordado: “no, no, muchachos,” que nos decía Aura Salas Pisani, ante
cualquier ocurrencia nuestra.
Las semanas santas con el montaje
teatral, “Lágrimas de Cristo”, recorriendo toda la geografía trujillana, o los
dramáticos radiales en las fechas patrias, como “El Ocaso de un Sol”, o nuestro
primeros pinitos como locutores y periodistas principiantes, en “Tribuna
Estudiantil” en sus dos versiones, en Radio Turismo y en el Diario El Tiempo.
Los encuentros con la historia, con la recordada Aura Briceño Monreal, su amor
eterno: Basilisa Molina, sus dos vástagos: Ramón Alfonzo y Antonio Nicolás. Su
entrega a sus investigaciones históricas que lo llevaron a defender la Casa de
Carmania, donde pernoctó el Libertador, a Carache, con “la piedra del Indio” y su última cruzada por
la cultura valerana y el rescate del Ateneo de Valera.
Nuestro último encuentro fue en agosto
del pasado año, en el centro comercial La Pirámide, recuerdo que fue cerca de
la Iglesia San Juan Bautista, al lado de lo que fue el viejo Café Isorano, que
administraba la familia de María Cella y del Club Avance Juvenil, junto a
Mireya Cadenas y el padre Heriberto Godoy. Allí hablamos de los momoyes y de mi
novela, me buscó al protector del quinto elemento, luego nos encontramos con el
poeta y artista plástico, Adhemar González. Teníamos planes por un mejor futuro
para el país.
Ahora el Creador lo ha llamado a su
Casa, en su presencia oirá su voz y recibirá sus palabras de amor y aliento,
respuestas a sus interrogantes y soluciones a sus problemas.
Seguramente ya estará planificando una
entrevista con don Mario Briceño Iragorry o Adriano González León, y Don Mario le resaltará
la “Crisis de la Caridad”, promoviendo el amor como vía expedita para alcanzar
la igualdad y al “Dios mismo como función social” y le ratificará que “la
democracia no es lo que hasta ahora entendieron muchos capataces políticos: la
posibilidad abierta para el “vivo” y
dirá otra vez, vayamos al Caballo de Ledesma: “Detrás de nosotros vienen
jóvenes que esperan nuestra voz curtida de experiencia. Sí, debemos decirles a
los cuatro vientos y desde todas las cimas:” ¡Sed mejores que nosotros y, si
aspiráis sinceramente a servir a la patria, no os conforméis con imitar nuestra
insuficiencia! ” Porque nuestra tragedia reside en haber llegado sin llegar: En
ocupar sitios que reclamaban mayor aportación de cultura y de responsabilidad”.
"Como ateneísta, como demócrata y como cristiano
católico, lucho por el respeto a las libertades culturales a defender el
concepto que dicta el artículo 98 de la Constitución Nacional: La creación
cultural es libre", así fue ese activista
cultural llamado Ramón Briceño Cherubini, porque al igual que él "creemos
y nos interesan todos los trujillanos y venezolanos, no la élite del poder ni
el propósito hegemónico, creemos en la diversidad. Creemos en los poderes
creadores del pueblo y desde siempre hemos apoyado a nuestros artistas
populares y académicos”. Ramón, hermano, vivirás en nosotros.
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