domingo, 22 de febrero de 2015

La década que pudimos cambiar a Venezuela



2004-2014
La década que pudimos
cambiar a Venezuela

-Jesús Matheus Linares-
La década que va del 2004 al 2014 se recordará como un tiempo perdido, donde pudimos hacer profundos cambios y  transformaciones  en  Venezuela, gracias a la inmensa cantidad de dólares, que según los expertos pasó  en los últimos 12 años los 608 mil millones de dólares en ingresos brutos por exportaciones y en este momento en el Fondo de Estabilización Macroeconómica (Fondem) solamente tenemos 3 millones de dólares, es decir, estamos ante una coyuntura donde los precios del petróleo vuelven a bajar, y no tenemos suficientes ingresos en ese llamado Fondem para poder estabilizar la economía ante el choque petrolero, porque se destruyó el aparato productivo del país. Esa es una verdad incuestionable.
Es necesario que conozcamos cómo hemos logrado sobrevivir con una impunidad y desidia de un Estado, que ha dejado avanzar la inseguridad que agobia y pone en vilo los sueños de paz y tranquilidad de los venezolanos.  Debemos discernir en nuestra historia reciente para poder  avanzar en esta nación de  916 mil 445 kilómetros con 24 entidades federales más la Guayana Esequiba también conocida como  Zona en Reclamación, territorio con una extensión de 159 mil 500 kilómetros que están perdidos en el limbo.  Una labor de patria que estamos llamados a realizar.
La inflación, el desabastecimiento y la devaluación que vivimos el pasado 2014 son quizás la prueba más fehaciente de todo esta década perdida, donde sustituimos la producción nacional por la importación en los puertos, y ahora cuando vemos que este modelo económico no responde ni da soluciones, tenemos la sensación, que seguramente el gobierno golpeará con mayor crueldad nuestra economía en este 2015.
Lo más triste es que con todo el caudal de dinero que ingreso al país, los venezolanos de a pie son aún más pobres. No podemos seguir haciendo demagogia sobre falsos niveles de producción, gestiones endogámicas, persiguiendo enemigos inexistentes, presumiendo  una independencia económica que no existe. Estamos así porque nuestros gobernantes no les importó destruir el aparato productivo; llegamos a una etapa que ya estamos a merced de un gobierno corrupto, enemigo del capital privado. Nosotros nos quedamos comprando baratijas, espejitos y carros chinos. Y ya estamos en la carraplana, el famoso oro negro ahora no nos resolverá los graves problemas que tenemos.
Aunado a la inseguridad personal que ha enlutado a la sociedad venezolana. La violencia es nuestro diario convivir en cualquier barriada venezolana. Los cuerpos de seguridad ya han demostrado su ineficiencia hasta más no poder, y el Estado -representante de la fuerza y la seguridad legalmente constituida- se fue de vacaciones y lo que es peor, el ciudadano siente que apadrinó la mortal impunidad que nos acecha. 
A esta verdad, como un templo, añadimos que los venezolanos perdimos la innovación tecnológica que se ha producido a nivel mundial, en la ciencia y la tecnología. La gestión gubernamental ha hecho que nos ubiquemos entre los últimos países en el desarrollo tecnológico, fuera de la innovación en internet, no participamos en la nanotecnología, en la biogenética, en la big data, en las llamadas “ciudades inteligentes”, en la generación de energía no orgánica, en la invención de vehículos movidos por capsulas de hidrógeno, pero nos empeñamos en ser una sociedad petrolera rentística, dilapidaría.
Recibimos la más grande bonanza petrolera de nuestra historia, y en vez de relacionarla e invertirla a futuro con nuevas universidades, carreteras, servicios, seguridad, salud, electricidad, centros hospitalarios de primera, producción agrícola, tecnología, turismo, desarrollo pecuario, textil, pesca, industria química, el gobierno hizo “sal y agua” ese ingreso.
Todo ese dinero  que entró, está ahora en millonarias cuentas privadas en el exterior para un nuevo selecto grupo que al parecer se benefició con esta lluvia de dólares, donde incluimos a los viajeros alegres. Es preocupante reconocerlo, pero el Socialismo del Siglo XXI, aparte de  profundizar la división en la sociedad venezolana, por la siembra del miedo, de la desconfianza, de la confrontación entre los venezolanos, se convirtió en un socialismo rentista no productivo. Ahí el error.
El siglo XXI comenzó cargado de múltiples sorpresas. Un sistema político en deterioro, un deslave, una nueva carta magna, un nuevo gobierno. Todas las esperanzas puestas en el futuro inmediato. Revisemos en forma sensata que nos pasó, cómo fue que nos perdimos en el camino. A veces es bueno recordar, para no volver a errar, de eso se trata. Ahora vivimos la peor de las crisis, falta de gobernabilidad, desabastecimiento, inseguridad, y todo simplemente, porque hemos perdido los valores éticos como sociedad. Debemos empezar por educar, concientizar al nuevo venezolano del siglo XXI, pero para bien, no para tramposerías, ni vanidades, si no ganarlo para la solidaridad, el trabajo, la tolerancia, la unión y el emprendimiento, la paz social y lo más importante el equilibrio social que nos de bienestar y progreso. No para historicismos marxistas trasnochados, sino para convivir como sociedad civilizada.

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